La comunicación con usuarios que padecen demencia tipo Alzheimer

Virginia Martín Cristóbal

Virginia Martín Cristóbal

Publicado el 29 de septiembre de 2022

La comunicación con usuarios que padecen demencia tipo Alzheimer

La afectación en el lenguaje es una de las características más significativas de la enfermedad de Alzheimer, después de las alteraciones relacionadas con la pérdida de memoria. Se estima que alrededor del 40% de los pacientes en fase leve o moderada de la enfermedad presentan alteraciones en la comunicación y que la prevalencia en las fases severas es del 100%.

Cabe resaltar que no todas las áreas del lenguaje se ven afectadas de igual manera y que existe gran variabilidad entre los sujetos y entre las diferentes fases de la enfermedad.

En la etapa leve, la persona afectada todavía puede participar en diálogos, tener conversaciones coherentes e involucrarse en actividades sociales. Sin embargo, pueden aparecer la repetición de las historias, la anomia o el fenómeno “punta de la lengua” donde hay dificultad para encontrar la palabra correcta.

La etapa moderada del Alzheimer es normalmente la que tiene mayor duración. Con el progreso de la enfermedad, la persona afectada tendrá mayor dificultad a la hora de comunicarse, no habrá tanta coherencia en el discurso, hay riesgo de aislamiento y las relaciones sociales se verán más afectadas.

A medida que la enfermedad avanza, cuando la persona ya se encuentra en una etapa severa, se puede llegar a perder el habla, sufriendo una afasia severa y llegar a comunicarse solo con sonidos o con comunicación no verbal o expresiones faciales.

En todas las fases tendremos que adaptar nuestro comportamiento para facilitar la comunicación y la comprensión, de cara a evitar la frustración y malestar que produce la pérdida de autonomía en las personas que sufren esta alteración.

10 consejos a la hora de comunicarnos con una persona con demencia tipo Alzheimer: 

  • Tener paciencia y ser flexibles. Repetir el mensaje las veces que haga falta, desde la tranquilidad y la comprensión. Dejar el tiempo necesario para que se exprese y encuentre las palabras correctas o la forma de hacerse entender.
  • Usar un tono de voz suave, hablar claro y con palabras sencillas, evitando la infantilización.
  • Tener a la persona en cuenta. Pedir su opinión sobre las actividades a realizar, para potenciar la autonomía, independencia, seguridad y control de la situación.
  • Evitar preguntas abiertas. Es mejor hacer preguntas concretas, cortas y sencillas, e incluso dando dos opciones para que pueda elegir.
  • Cuidar el ambiente, evitar ruidos que puedan distraer, situarse en frente de la persona y establecer contacto visual. Cuando se está en grupo, facilitar su integración y participación en la conversación, simplificando el tema para que sea más fácil seguir el hilo.
  • Potenciar la comunicación no verbal. Acompañar el discurso con gestos, expresiones faciales y señalando los objetos a los que se está haciendo referencia.
  • Evitar criticar, corregir y discutir. No entrar en discusiones sobre ideas falsas o delirios, ya que eso confunde más al enfermo y hace que aparezca la frustración, que puede bloquear más la expresión y comprensión.
  • Ser empáticos y aplicar la escucha activa. Intentar comprender lo que está pasando la persona y expresar los sentimientos con cariño, afecto y respeto.
  • Buscar otras formas de comunicación. Por ejemplo, a través de fotos, música, poesía, juegos… que evoquen recuerdos placenteros e inviten a hablar de manera positiva.
  • Hacer uso del sentido del humor. Fomentar la risa para reducir la importancia de los malentendidos y dar confianza y relajar el ambiente.
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Todas estas herramientas y recursos van a facilitar la comunicación, van a aportar seguridad y reforzar la autonomía, el bienestar y calidad de vida de las personas afectadas por esta enfermedad.

Virginia Martín Cristóbal

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